Mirado
desde el punto de vista sistémico, la agricultura incluye no
solamente las prácticas inherentes al manejo de suelos, aguas, coberturas
vegetales y especies animales, sino que contempla, de manera integrada, los
procesos de almacenamiento postcosecha, transporte , distribución y mercadeo de
los productos agrícolas; fuentes de crédito y financiación ; manejo de residuos
; infraestructura de servicios, salud, nutrición y consumo de alimentos;
uso y conservación de cuencas hidrográficas ;administración de recursos
naturales; participación comunitaria y desarrollo institucional; Legislación y
Comercio internacional; educación, investigación y generación tecnológica;
Políticas estratégicas de Estado en relación con nuevas perspectivas de
desarrollo y, en fin, otras características relacionadas con condicionantes
sociales, económicos , simbólicos y biofísicos.
Yunlog
y Smith ( 1994 ) proponen una interpretación amplia de la agricultura como un
proceso complejo que se desenvuelve dentro de una red de componentes biofísicos
, sociopolíticos , económicos y tecnológicos. Retomando a los autores citados
pero con algunas modificaciones , en la gráfica 1 se pueden observar las
interrrelaciones de los factores mencionados , en términos de agroecosistema y
cultura.
En
primer lugar, el factor ecosistémico se refiere tanto a la base de recursos
naturales como a los diversos agentes climáticos y geográficos que intervienen
en los flujos y ciclos de energía y materia en los agrosistemas . El agua y el
suelo, elementos claves de la producción agrícola, pueden ser
considerados como recursos renovables o no en función de sus diversos
grados de manejo cultural. En todo caso, ellos constituyen los limitantes o los
potenciadores principales de la agricultura en este nivel. La
sostenibilidad, en términos ecosistémicos se refiere , entonces, al
mantenimiento de los procesos biofísicos dentro y fuera de los agroecosistemas
, esto es, a la conservación de la calidad y de la cantidad de aguas de
superficie o subterráneas , de la producción de la tierra, de la calidad del
aire, de los recursos genéticos , y de la diversidad biológica . Esto implica
prevenir y controlar los procesos degradativos de contaminación , pérdida de
fertilidad , erosión , cambios climáticos, desertificación y salinización que
indistintamente afectan a los recursos mencionados.
Pero
es claro que incluso lo anterior tiene varias interpretaciones en función de
los intereses y percepciones de los diversos actores participantes : por citar
solamente un ejemplo ya conocido, la erosión puede no representar un grave
limitante para muchos grupos de campesinos directamente arraigados a la tierra,
en tanto que este fenómeno puede verse como un serio problema en algunos
círculos académicos, administrativos y de planificación regional. De igual
manera, es muy probable que los cambios climáticos no afecten demasiado la
tranquilidad de los burócratas en sus confortables oficinas, en tanto
que, sin excepción , para todos los productores agrarios la presencia o
ausencia de los períodos húmedos, la intensidad de la lluvia y las variaciones
de temperatura son elementos fundamentales para el éxito de las explotaciones
agropecuarias y por ende para asegurar su supervivencia productiva.
Por
otra parte, la dimensión social de la agricultura está relacionada con
los roles que juegan diversos actores y fuerzas tanto a nivel individual como
colectivo. La sostenibilidad en estos aspectos se refiere, consecuentemente, a
la satisfacción de necesidades humanas básicas de alimentación , vestido y
vivienda y de aquellas de alto valor social como paz nacional, seguridad,
equidad, libertad, educación , empleo y salud. Al respecto , los autores
citados indican que el mayor objetivo de la agricultura sigue siendo la
autosuficiencia alimentaria tanto en el corto como en el largo plazo, en
relación con el crecimiento de la población .
Esto
implica una producción suficiente para satisfacer las demandas y para generar
excedentes que reduzcan la vulnerabilidad asociada con las fluctuaciones de
precios o con situaciones climáticas imprevisibles . La equidad debería ser
vista también en términos intra e intergeneracional es decir,
referida tanto a la equitativa distribución de los beneficios derivados
del uso de recursos por parte de los grupos o comunidades actuales como a los
derechos y oportunidades de las próximas generaciones.
La
definición de la sostenibilidad en términos económicos concierne especialmente
a la optimización de la producción y de la productividad agrícola , a través de
la conservación de la oferta cualitativa y cuantitativa de los recursos
naturales. Otra perspectiva señalada por Young y Smith ( op. cit. )
se refiere a la misma viabilidad económica de las explotaciones agrícolas .
Fincas o agroindustrias que no sean capaces de generar suficientes ganancias
debido a bajos precios de sus productos, rendimientos bajos o elevados costos
de producción, no son autosostenibles . Estas definiciones no son
independientes de las consideraciones sociales o ecosistémicas .
En
las últimas décadas se han hecho esfuerzos , por ejemplo, para valorar en
términos económicos la externalidades de los procesos productivos,
especialmente aquellas relacionadas con la contaminación de suelos, aguas,
alimentos y seres humanos, por el uso indiscriminado de agroquímicos . La
pérdida de la capacidad productiva del suelo también ha sido objeto de
preocupación creciente entre los productores . En algunos sectores, el recurso
agua ha terminado por ser el principal y acaso único limitante de la producción
agraria.
A
nivel de la estructura simbólica, que se refiere al cúmulo de
construcciones teóricas desarrolladas por el hombre para relacionarse con la
naturaleza, debemos destacar en este escrito solamente una : la generación y
transferencia del conocimiento necesario para manejar las condiciones
tropicales en que se desenvuelve nuestra agricultura : durante muchos
años la educación agraria de nivel superior en nuestro país estuvo dominada por
principios, conceptos, procedimientos y valoraciones ajenos a la realidad del
sector , en una altísima dependencia de los conocimientos, de las tecnologías y
de los sistemas generados fuera de nuestras fronteras, especialmente en los
países industrializados del norte.
No
sobra insistir, aunque resulte polémico, que muchas de las investigaciones
realizadas en los últimos años fueron patrocinadas en aras de intereses
específicos de empresas comercializadoras de agroquímicos e insumos que
sesgaron la generación de conocimientos , desviaron los debates y las
prioridades e impidieron el reconocimiento de nuestras propias potencialidades.
Las pruebas sobran: el sobrenombre “ agrónomo plaguero”, tan popular hace
apenas algunos años, refleja toda una escuela de pensamiento y de acción ; la carencia
marcada de trabajos científicos sobre diversos aspectos del manejo integrado de
plagas, cultivos, suelos y agroecosistemas en las décadas pasadas; la
insuficiente información existente sobre los efectos ambientales de los
agroquímicos ( a pesar de la insistencia en la contaminación de suelos ,
se cuentan con los dedos de las manos los estudios específicos sobre ecología
del medio edáfico ); la primacía de los enfoques descriptivos sobre los
dinámicos ; la baja dotación de maestrías y doctorados ofrecidos en el
país...en fin. El debate es amplio y sobrepasa los propósitos de este escrito.
Lo
que puede afirmarse, en síntesis, es que a esta altura del siglo XX la ciencia
agraria colombiana muestra un retraso considerable frente a los retos y a las
exigencias de la sociedad en su conjunto. Los vocablos de sostenibilidad,
biotecnología y agricultura biológica nuevamente nos llegaron desde fuera y nos
tomaron por sorpresa. Ahora solo podemos pensar en cómo acomodarnos mejor en un
escenario donde el conocimiento, definitivamente, se ha convertido en la
herramienta de poder más exclusiva del mundo contemporáneo .
Intimamente
ligado a la generación de conocimiento, aparece la plataforma tecnológica, de
la cual la dependencia es casi que absoluta en los diversos tipos de sistemas
productivos agrarios del país. La tecnología, en tanto que ciencia aplicada, se
refiere por igual a los sistemas mecánicos que acompañan las diversas labores
de los cultivos, incluyendo el riego, y a las aplicaciones generales de la química
agrícola ( expresada como análisis de suelos, aguas y tejidos vegetales o
animales y como producción y consumo de fertilizantes y pesticidas ). La
biotecnología , rama altamente especializada de la información genética, que se
basa en la biología molecular y en la manipulación de los códigos contenidos en
el ADN y en los cromosomas, ha abierto una nueva e inquietante dimensión
para la agricultura mundial con efectos indudables sobre la misma
sostenibilidad y que amerita una discusión por aparte.
La
sostenibilidad es términos científicos y tecnológicos se refiere, en última
instancia, a la capacidad del aparato científico colombiano de reconocer e
interpretar las especificidades del trópico y de generar las respuestas
adecuadas, superando la constelación de mitos y de verdades absolutas
importadas que por muchos años han dificultado un desarrollo agrícola propio.
Los conflictos sociales del agro
Crónica
o no, de estructura o de coyuntura, de orden interno o externo, lo cierto es
que la conflictividad social que sacude al campo colombiano desde hace varios
lustros, es un poderoso impedimento para abordar siquiera el tema de la
sostenibilidad, aun en términos de otros elementos aparentemente más sencillos.
No
existe una normalidad aceptable por la sociedad en muchos lugares de la
geografía nacional. Se vive del miedo, del terror o de la ausencia . La
coyuntura ya es demasiado larga para considerarla como tal. La violencia se
ha convertido en un factor estructural del quehacer agrario cuya superación
tardaría varias décadas , aún si la sociedad colombiana hiciera de repente un
alto en el camino y tomara, hoy, la decisión inquebrantable de afrontarla en
sus raíces.
Lamentablemente
la sostenibilidad de la producción agraria se juega dentro de los múltiples
factores de perturbación y tensión social que vive el país en el sector rural
como consecuencia , precisamente , de las contraindicaciones engendradas en un
modelo de desarrollo que históricamente marginó enormes porciones de población
y que, de una u otra manera, creó lo que los marxistas denominarían las causas
objetivas del sangriento desorden que afronta el país. Se podría afirmar que el
debate sobre el desarrollo agrario sostenible en Colombia, al igual que muchos
otros factores culturales, “está sub-índice” es decir, afronta condiciones
anormales propias de un país macondiano y alucinado que no encuentra todavía
una verdadera identidad nacional. Los teóricos suecos del informe Brundlant,
creadores y popularizadores del concepto del desarrollo sostenible, tendrían
severas dificultades para entender el significado de las minas quiebrapatas ,
de las masacres en Urabá , de los burros cargados de dinamita que explotan al
frente de un cuartel de policía , de las vacunas guerrilleras , de las
retaliaciones paramilitares , de los incendios forestales en el Cauca, de las
fumigaciones con glifosfato o de la aparición de los narcofundos , todo lo cual
es, evidentemente , insostenible pero real.
Fíjese
el lector que en estos párrafos no se ha incluido una serie de factores
estructurales de mercado, de propiedad de la tierra o de la política agraria
que hacen todavía más profunda la brecha y más alto el muro que ha de
remontarse para iniciar un diálogo apenas normal sobre otros elementos que,
como el cambio tecnológico o el uso apropiado de la oferta ecosistémica ,
influyen en las posibilidades de mantener para las generaciones futuras un
sistema agroalimentario gratificante en términos culturales y biofísicos .
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