viernes, 30 de marzo de 2012

MODELOS DE DESARROLLO AGROPECUARIO


Mirado desde el punto de vista  sistémico, la agricultura incluye no solamente  las prácticas inherentes al manejo de suelos, aguas, coberturas vegetales y especies animales, sino que contempla, de manera integrada, los procesos de almacenamiento postcosecha, transporte , distribución y mercadeo de los productos agrícolas; fuentes de crédito y financiación ; manejo de residuos ; infraestructura  de servicios, salud, nutrición y consumo de alimentos; uso y conservación de cuencas hidrográficas ;administración de recursos naturales; participación comunitaria y desarrollo institucional; Legislación y Comercio internacional; educación, investigación y generación tecnológica; Políticas estratégicas de Estado en relación con nuevas perspectivas de desarrollo y, en fin, otras características relacionadas con condicionantes sociales, económicos , simbólicos y biofísicos.
Yunlog y Smith ( 1994 ) proponen una interpretación amplia de la agricultura como un proceso complejo que se desenvuelve dentro de una red de componentes biofísicos , sociopolíticos , económicos y tecnológicos. Retomando a los autores citados pero con algunas modificaciones , en la gráfica 1 se pueden observar las interrrelaciones de los factores mencionados , en términos de agroecosistema y cultura.
En primer lugar, el factor ecosistémico se refiere tanto a la base de recursos naturales como a los diversos agentes climáticos y geográficos que intervienen en los flujos y ciclos de energía y materia en los agrosistemas . El agua y el suelo, elementos claves de la producción agrícola, pueden ser considerados  como recursos renovables o no en función de sus diversos grados de manejo cultural. En todo caso, ellos constituyen los limitantes o los potenciadores principales de la agricultura  en este nivel. La sostenibilidad, en términos ecosistémicos se refiere , entonces, al mantenimiento de los procesos biofísicos dentro y fuera de los agroecosistemas , esto es, a la conservación de la calidad y de la cantidad de aguas de superficie o subterráneas , de la producción de la tierra, de la calidad del aire, de los recursos genéticos , y de la diversidad biológica . Esto implica prevenir y controlar los procesos degradativos de contaminación , pérdida de fertilidad , erosión , cambios climáticos, desertificación y salinización que indistintamente  afectan a los recursos mencionados.
Pero es claro que incluso lo anterior tiene varias interpretaciones en función de los intereses y percepciones de los diversos actores participantes : por citar solamente un ejemplo ya conocido, la erosión puede no representar un grave limitante para muchos grupos de campesinos directamente arraigados a la tierra, en tanto que este fenómeno puede verse como un serio problema en algunos círculos académicos, administrativos y de planificación regional. De igual manera, es muy probable que los cambios climáticos no afecten demasiado la tranquilidad de los burócratas  en sus confortables oficinas, en tanto que, sin excepción , para todos los productores agrarios la presencia o ausencia de los períodos húmedos, la intensidad de la lluvia y las variaciones de temperatura son elementos fundamentales para el éxito de las explotaciones agropecuarias y por ende para asegurar su supervivencia productiva.
Por otra parte,  la dimensión social de la agricultura está relacionada con los roles que juegan diversos actores y fuerzas tanto a nivel individual como colectivo. La sostenibilidad en estos aspectos se refiere, consecuentemente, a la satisfacción de necesidades humanas básicas de alimentación , vestido y vivienda y de aquellas de alto valor social como paz nacional, seguridad, equidad, libertad, educación , empleo y salud. Al respecto , los autores citados indican que el mayor objetivo de la agricultura sigue siendo la autosuficiencia alimentaria tanto en el corto como en el largo plazo, en relación con el crecimiento de la población .
Esto implica una producción suficiente para satisfacer las demandas y para generar excedentes que reduzcan la vulnerabilidad asociada con las fluctuaciones de precios o con situaciones climáticas imprevisibles . La equidad debería ser vista también en términos intra e intergeneracional es  decir, referida  tanto a la equitativa distribución de los beneficios derivados del uso de recursos por parte de los grupos o comunidades actuales como a los derechos y oportunidades de las próximas generaciones.
La definición de la sostenibilidad en términos económicos concierne especialmente a la optimización de la producción y de la productividad agrícola , a través de la conservación de la oferta cualitativa y cuantitativa de los recursos naturales.  Otra perspectiva señalada por Young y Smith  ( op. cit. ) se refiere a la misma viabilidad económica de las explotaciones agrícolas . Fincas o agroindustrias que no sean capaces de generar suficientes ganancias debido a bajos precios de sus productos, rendimientos bajos o elevados costos de producción,  no son autosostenibles . Estas definiciones no son independientes de las consideraciones sociales o ecosistémicas .
En las últimas décadas se han hecho esfuerzos , por ejemplo, para valorar en términos económicos la externalidades de los procesos productivos, especialmente aquellas relacionadas con la contaminación de suelos, aguas, alimentos y seres humanos, por el uso indiscriminado de agroquímicos . La pérdida de la capacidad productiva del suelo también ha sido objeto de preocupación creciente entre los productores . En algunos sectores, el recurso agua ha terminado por ser el principal y acaso único limitante de la producción agraria.
A nivel de la estructura simbólica,  que se refiere al cúmulo de construcciones teóricas desarrolladas por el hombre para relacionarse con la naturaleza, debemos destacar en este escrito solamente una : la generación y transferencia del conocimiento necesario para manejar las condiciones tropicales en que se desenvuelve  nuestra agricultura : durante muchos años la educación agraria de nivel superior en nuestro país estuvo dominada por principios, conceptos, procedimientos y valoraciones ajenos a la realidad del sector , en una altísima dependencia de los conocimientos, de las tecnologías y de los sistemas generados fuera de nuestras fronteras, especialmente en los países industrializados del norte.
No sobra insistir, aunque resulte polémico, que muchas de las investigaciones realizadas en los últimos años  fueron patrocinadas en aras de intereses específicos de empresas comercializadoras de agroquímicos e insumos que sesgaron la generación de conocimientos , desviaron los debates y las prioridades e impidieron el reconocimiento de nuestras propias potencialidades. Las pruebas sobran: el sobrenombre “ agrónomo plaguero”, tan popular hace apenas algunos años, refleja toda una escuela de pensamiento y de acción ; la carencia marcada de trabajos científicos sobre diversos aspectos del manejo integrado de plagas, cultivos, suelos y agroecosistemas en las décadas pasadas; la insuficiente información existente sobre los efectos ambientales de los agroquímicos  ( a pesar de la insistencia en la contaminación de suelos , se cuentan con los dedos de las manos los estudios específicos sobre ecología del medio edáfico ); la primacía de los enfoques descriptivos sobre los dinámicos ; la baja dotación de maestrías y doctorados ofrecidos en el país...en fin. El debate es amplio y sobrepasa los propósitos de este escrito.
Lo que puede afirmarse, en síntesis, es que a esta altura del siglo XX la ciencia agraria colombiana muestra un retraso considerable frente a los retos y a las exigencias de la sociedad en su conjunto. Los vocablos de sostenibilidad, biotecnología y agricultura biológica nuevamente nos llegaron desde fuera y nos tomaron por sorpresa. Ahora solo podemos pensar en cómo acomodarnos mejor en un escenario donde el conocimiento, definitivamente, se ha convertido en la herramienta de poder más exclusiva del mundo contemporáneo .
Intimamente ligado a la generación de conocimiento, aparece la plataforma tecnológica, de la cual la dependencia es casi que absoluta en los diversos tipos de sistemas productivos agrarios del país. La tecnología, en tanto que ciencia aplicada, se refiere por igual a los sistemas mecánicos que acompañan las diversas labores de los cultivos, incluyendo el riego, y a las aplicaciones generales de la química agrícola ( expresada como análisis de suelos, aguas y tejidos vegetales  o animales y como producción y consumo de fertilizantes y pesticidas ). La biotecnología , rama altamente especializada de la información genética, que se basa en la biología molecular y en la manipulación de los códigos contenidos en el ADN  y en los cromosomas, ha abierto una nueva e inquietante dimensión para la agricultura mundial con efectos indudables sobre la misma sostenibilidad y que amerita una discusión por aparte.
La sostenibilidad es términos científicos y tecnológicos se refiere, en última instancia, a la capacidad del aparato científico colombiano de reconocer e interpretar las especificidades del trópico y de generar las respuestas adecuadas, superando la constelación de mitos y de verdades absolutas importadas que por muchos años han dificultado un desarrollo agrícola propio.









Los conflictos sociales del agro

Crónica o no, de estructura o de coyuntura, de orden interno o externo, lo cierto es que la conflictividad social que sacude al campo colombiano desde hace varios lustros, es un poderoso impedimento para abordar siquiera el tema de la sostenibilidad, aun en términos de otros elementos aparentemente más sencillos.
No existe una normalidad aceptable por la sociedad en muchos lugares de la geografía nacional.  Se vive del miedo, del terror o de la ausencia . La coyuntura ya es demasiado larga para considerarla como tal. La violencia se ha  convertido en un factor estructural del quehacer agrario cuya superación tardaría varias décadas , aún si la sociedad colombiana hiciera de repente un alto en el camino y tomara, hoy, la decisión inquebrantable de afrontarla en sus raíces.
Lamentablemente la sostenibilidad de la producción agraria se juega dentro de los múltiples factores de perturbación y tensión social que vive el país en el sector rural como consecuencia , precisamente , de las contraindicaciones engendradas en un modelo de desarrollo que históricamente marginó enormes porciones de población y que, de una u otra manera, creó lo que los marxistas denominarían las causas objetivas del sangriento desorden que afronta el país. Se podría afirmar que el debate sobre el desarrollo agrario sostenible en Colombia, al igual que muchos otros factores culturales, “está sub-índice” es decir, afronta condiciones anormales propias de un país macondiano y alucinado que no encuentra todavía una verdadera identidad nacional. Los teóricos suecos del informe Brundlant, creadores y popularizadores del concepto del desarrollo sostenible, tendrían severas dificultades para entender el significado de las minas quiebrapatas , de las masacres en Urabá , de los burros cargados de dinamita que explotan al frente de un cuartel de policía , de las vacunas guerrilleras , de las retaliaciones paramilitares , de los incendios forestales en el Cauca, de las fumigaciones con glifosfato o de la aparición de los narcofundos , todo lo cual es, evidentemente , insostenible pero real.
Fíjese el lector que en estos párrafos no se ha incluido una serie de factores estructurales de mercado, de propiedad de la tierra o de la política agraria que hacen todavía más profunda la brecha y más alto el muro que ha de remontarse para iniciar un diálogo apenas normal sobre otros elementos que, como el cambio tecnológico o el uso apropiado de la oferta ecosistémica , influyen en las posibilidades de mantener para las generaciones futuras un sistema agroalimentario gratificante en términos culturales y biofísicos .

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