viernes, 30 de marzo de 2012

PRODUCCION PECUARIA Y ESPECIES PROMISCUAS


Durante las últimas décadas del siglo XX, los biomas forestales en América Latina fueron extensamente talados para promover el pastoreo de ganado (Kaimowitz, 1996; Serrao y Toledo 1990; Figura 1). En Centroamérica, las zonas de pastoreo representan el 46 por ciento del total de áreas agrícolas (18,4 millones ha). Durante los últimos 35 años, las tierras modificadas para este tipo de actividad en Colombia incrementaron de 14,6 a 35,5 millones de hectáreas (IVH, 1998) y la expansión de la frontera de pastoreo continúa en la actualidad reemplazando hábitats naturales y otros tipos de actividad agrícola. Aunque el tamaño de la población vacuna se desconoce en el país, se estima en unos 26 millones de animales que proveen el 44,6 por ciento del PNB representado en actividades pecuarias o el 9,2 por ciento del PNB total del país (Pinilla, 1999).
A través de América Latina la expansión de la ganadería ha tenido lugar a pesar de su baja productividad debida a la dominancia de pastos nativos de pobre calidad, los cuales permiten capacidades de carga inferiores a las 0,7 cabezas de ganado por hectárea (Szott et al., 2000). Esta baja capacidad de carga ha disminuido aún más en razón de la degradación de más del 40 por ciento de las zonas de pastoreo debida a prácticas de manejo inadecuadas (Szott et al., 2000). La degradación de los potreros resulta en una baja eficiencia de producción, pérdida de biodiversidad y en el incremento de la emisión de gases que contribuyen al calentamiento global (Veldkamp, 1993, Kaimowitz, 1996).
En los últimos años, el crecimiento secundario ha incrementado en las regiones en donde las pasturas degradadas son una componente dominante del paisaje.


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